COMO SI FUERA TAN FÁCIL

LN Luis Daniel Caballero Macías
“Yo no me voy a tomar la medicina, si me la tomo me siento mal, y cuando no me la tomo ando de maravilla”, “mi comadre me dijo que me tomara la moringa en ayunas para el diabetis”, “si de joven nunca hice ejercicio, ahora de viejo menos”, “el nutriólogo me quiere matar de hambre, está loco”, “el nutriólogo me dijo que dejara la coca, nombre, me muero si la dejo”. Ejemplos de comentarios que se logran escuchar en pláticas con amigos, en conversaciones en el transporte público, en fiestas, en fin, en cualquier lugar donde todos saben más de medicina y nutrición que los especialistas que estudian más de 5 años.
Las complicaciones más comunes en la diabetes son: retinopatía diabética, nefropatía diabética, microangiopatía, pie diabético, síndrome metabólico, solo por mencionar algunas. Dichas complicaciones cabe mencionar, se presentan a raíz de un diagnóstico tardío por negligencia del paciente o de un tratamiento médico nutricional mal llevado o ignorado en muchos casos.
Al final de cuentas, tengo que mencionar que la Diabetes Mellitus tanto tipo 1 como tipo 2 no tienen cura, sin embargo lo que buscamos los profesionales de la salud al indicar tratamiento médico y nutricional, es retrasar e inclusive evitar las complicaciones de la propia patología, tarea que sería “sencilla” si existiera un trabajo en equipo entre enfermo y profesional de la salud.
Siendo honesto, la dieta de un paciente con diabetes podría definirse como normal, ya que en esencia no es restrictiva de alimentos cuando el paciente ya está controlado en cuanto a glucosa y otros parámetros clínicos, sin embargo sí es controlada y calculada de manera especial cuando se inicia el proceso de educación nutricional del paciente, porque está de más decir que no son los más disciplinados en cuanto a alimentación, y que ésta a su vez no es la más saludable de todas.
El cuerpo humano es tan inteligente, que tiene mecanismos compensatorios, mismos que ayudan a que después de tiempo que el paciente no se ha tratado, inclusive, que no se ha ni diagnosticado su enfermedad, no tenga sintomatología (fuera de lo “normal”, polidipsia, poliuria y polifagia) de la patología. Sin embargo, en cuanto se empieza a tomar el medicamento, o que su alimentación es modificada, se empieza a sentir mal, pues su organismo estaba ya habituado a concentraciones elevadas de glucosa en sangre. Es justo en ese momento, donde deciden culpar al medicamento o a la dieta de su trágico cuadro clínico, y abandonan el tratamiento.
Tal como empecé éste texto, comienzan entonces a buscar opciones “mejores” inclinándose hacia lo natural, -pues lo natural es bueno y la medicina es mala-, y ahí empieza el sufrimiento del médico tratante y el viacrucis del nutriólogo, pues su trabajo, de acuerdo al raciocinio del paciente no sirve; solamente sirve cuando llega al hospital en un estado hiperosmolar, pero no saben por qué les pasó si ellos siempre se toman el medicamento y siguen la dieta al pie de la letra.
Quisiera dejar este texto con las palabras de un amigo médico: “como si fuera tan fácil decidir dejar de tomar la medicina y solo esperar a que lleguen las complicaciones y por último la muerte”. No es que el sistema de salud en México no sirva, es que simplemente no se puede seguir manteniendo enfermos negligentes e inconscientes.